Samstag, 10. November 2012
Cuando me enteré de que los japoneses prefieren la muerte a vivir con el alma quebrada
No es extraño que los japoneses, si deciden quitarse la vida, se lleven con ellos la vida de aquellos a quienes más aman. El sentido es ahorrarles a sus seres queridos el sufrimiento de vivir partidos, resquebrajados en un mundo sin lugar para los débiles. No resulta extraño que se lleven a sus hijos o a sus parejas, dependiendo del motivo que los impulsa a tomar la decisión. No soy el único en la cultura occidental que ve en esta decisión con asombro y hasta con desagrado, shockeado por el la falta de consideración hacia el ser querido o el exceso de empatía en el dolor. Más allá de este hecho a ojos japoneses colateral de ampliar el descargo mortal en otras personas, quiero detenerme en la razón primera, la que impulsa el acto de atentar contra la propia vida. Desde nuestra perspectiva, cualquier motivo, por doloroso que sea, sólo implica que debemos ser lo suficientemente fuertes para superarlo. Caso contrario, la muerte anticipada significa que hemos sido derrotados. Haremos entonces todo el esfuerzo para derrotar nuestra derrota y superar cualquier circunstancia adversa de la vida. El japonés, no obstante, acepta la muerte como la liberación del alma, ya que esta ha sido irremediablemente dañada. Aún sin caer en una depresión, la decisión más acertada y lógica es, a sus ojos, poner fin al sufrimiento, liberando el alma en un acto de compasión infinita de un dolor que de otro modo nos acompañará hasta el fin natural de nuestros días. No hay cicatriz que pueda cerrarse, porque el alma es un cristal que, al estar incompleto o quebrado, no produce melodía alguna, no tiene resonancia, y si la tiene es un lamento lánguido y profundo como los abismos aleutianos. Ese maravilloso instrumento que es el alma tiene la facultad de unirse a otros, siempre hacia delante en la línea genética, y una vez sellados esos lazos, sea con hijos o pareja, la armonización es completa. Esta certeza acompaña y justifica el viaje hacia lo desconocido. En nuestra cultura el valor reside en reponerse y apagar una parte nosotros para vibrar en una armonía incompleta el resto de nuestros días, o en luchar hasta ese momento por restablecer la melodía. Y si bien la reparación no está asegurada, ha habido casos de rearmonización completa, pero sólo en los casos en los que las pérdidas no fueron irreparables. Una cosa es segura en todo esto y es que el alma dañada en su melodía, si no se trata a tiempo, es un bien irreparable. La valentía de unos es la cobardía de otros.
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El alma quebrada
Samstag, 15. September 2012
El mundo de las cacerolas – la clase media y los planes para llenarla.
Está claro que la protesta del último jueves fue impulsada por la clase media argentina, aquella que tiene trabajo, vive constantemente en apuros pero bien, y se lamenta de no poder ahorrar en dólares ni hacer viajes al exterior. Nada que ver con las manifestaciones populares del 2001. Y es que, claro está, esas manifestaciones aunaban tanto pobres como gente de clase media. Pero la reacia inclinación hacia la protesta de la clase media, en tanto no sea a través del voto, escaso en su número, por cierto, hizo que en los años que siguieron la protesta en las calles fuera casi exclusivamente un instrumento de las clases bajas, operadas desde los más recónditos rincones de la política doméstica, léase desde impulsos que partían desde la espina dorsal de los partidos políticos hasta sus bases, perdón, sus extensiones nerviosas más alejadas. En tanto más alejadas del centro, mejor la posibilidad de adjudicarles a esas protestas una total independencia ideológica y asumirlas como una genuina expresión ciudadana. Pero la expresión ciudadana legítima e independiente, recalco independiente porque la legitimidad le corresponde a todas las clases, parte solamente de una sociedad iluminada, en el sentido de ser pensante y dueña de sus actos por el hecho de haber completado una instrucción alfabética, de ciencias naturales, sociales y cívica, y haber aprehendido las armas para un razonamiento independiente. La confusión se genera al creer ingenuamente en la independencia de clases sociales interesadas más en su propio porvenir que en el futuro de la nación. Por un lado, no hace falta pensarlo demasiado, las clases pudientes y sus aliados, los representantes políticos mal llamados del pueblo, cuyo interés radica en engrosar sus arcas y mantener el control absoluto de la nación a través de una democracia asistida. Por el otro, y en el polo opuesto, el sustento legal de los males de la nación, las clases pseudo-alfabetizadas y educadas en el clientelismo político, amarradas a golpe de subsidios e inflación, totalmente dependientes del modelo de bases y punteros y absolutamente dóciles y manejables sea cual fuere su necesidad de protesta. En el medio, también endulzados con regalías de derechos humanos de hace treinta años, obligados a mirar hacia atrás con miedo desviando la atención en lo que más importa que es el futuro (sí, ¡el futuro! Porque en el futuro también está la resolución de los conflictos del pasado), obnubilados muchos con créditos malsanos de crecimiento dudoso, alienados por sus conciudadanos por hablar de trabajo y dignidad, cualidades que los polos nombrados no comparten, abre sus ojos la clase media. Así las cosas, el pobre llena su olla con las sobras de los ricos (inclúyase políticos) y acata todo lo que este dice, maldiciendo a la clase media. Y ésta, en su afán de protesta, olvida acercarse a quienes hoy por hoy conforman la base del poder gubernamental y que en muchos casos por las razones nombradas de su dependencia están en la una situación semejante a un régimen feudal. Mientras tanto, y aquí póngale usted los sujetos, se ríen de nosotros.
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