Freitag, 17. Mai 2013

Recuerdos de marzo del 13

¿Dónde estuve todo este tiempo?¿Dónde estuve todo este tiempo? Estuve perdido.
Estuve perdido.
Estuve perdido navegando en una mentira, la cual, sin haberme atacado, me iba secando el alma.
[Interrupción]
Mama take this badge from me I can’t use it anymore It’s getting dark, too dark to see
[Fin de interrupción]
Y así. Hasta que un día no alcancé a ver mis propios pies y caí de rodillas. No sentí mis rodillas y caí sobre el pecho. No pude respirar e intenté abrazar el aire. Pero cuando todo está vacío no existe ni el aire.
Y así. Le daba duro al suelo pero no había suelo y giraba sin darme cuenta. Giraba y no giraba porque no hay movimiento en el vacío.
Miré hacia adentro.
Recordé una rosa (de papel). Y una rosa en un baldío en una esquina en New York.
Recordé una hoja (de hierba maldita? )que contiene el universo entero y allí lo fui a buscar.
Y allí están los laberintos, frente a mí, y todos parten del impulso que les imprimo. (La rosa) Frente a mí comienza a abrirse.
Y tú la estás leyendo.

Samstag, 10. November 2012

Cuando me enteré de que los japoneses prefieren la muerte a vivir con el alma quebrada

No es extraño que los japoneses, si deciden quitarse la vida, se lleven con ellos la vida de aquellos a quienes más aman. El sentido es ahorrarles a sus seres queridos el sufrimiento de vivir partidos, resquebrajados en un mundo sin lugar para los débiles. No resulta extraño que se lleven a sus hijos o a sus parejas, dependiendo del motivo que los impulsa a tomar la decisión. No soy el único en la cultura occidental que ve en esta decisión con asombro y hasta con desagrado, shockeado por el la falta de consideración hacia el ser querido o el exceso de empatía en el dolor. Más allá de este hecho a ojos japoneses colateral de ampliar el descargo mortal en otras personas, quiero detenerme en la razón primera, la que impulsa el acto de atentar contra la propia vida. Desde nuestra perspectiva, cualquier motivo, por doloroso que sea, sólo implica que debemos ser lo suficientemente fuertes para superarlo. Caso contrario, la muerte anticipada significa que hemos sido derrotados. Haremos entonces todo el esfuerzo para derrotar nuestra derrota y superar cualquier circunstancia adversa de la vida. El japonés, no obstante, acepta la muerte como la liberación del alma, ya que esta ha sido irremediablemente dañada. Aún sin caer en una depresión, la decisión más acertada y lógica es, a sus ojos, poner fin al sufrimiento, liberando el alma en un acto de compasión infinita de un dolor que de otro modo nos acompañará hasta el fin natural de nuestros días. No hay cicatriz que pueda cerrarse, porque el alma es un cristal que, al estar incompleto o quebrado, no produce melodía alguna, no tiene resonancia, y si la tiene es un lamento lánguido y profundo como los abismos aleutianos. Ese maravilloso instrumento que es el alma tiene la facultad de unirse a otros, siempre hacia delante en la línea genética, y una vez sellados esos lazos, sea con hijos o pareja, la armonización es completa. Esta certeza acompaña y justifica el viaje hacia lo desconocido. En nuestra cultura el valor reside en reponerse y apagar una parte nosotros para vibrar en una armonía incompleta el resto de nuestros días, o en luchar hasta ese momento por restablecer la melodía. Y si bien la reparación no está asegurada, ha habido casos de rearmonización completa, pero sólo en los casos en los que las pérdidas no fueron irreparables. Una cosa es segura en todo esto y es que el alma dañada en su melodía, si no se trata a tiempo, es un bien irreparable. La valentía de unos es la cobardía de otros.

Samstag, 15. September 2012

El mundo de las cacerolas – la clase media y los planes para llenarla.

Está claro que la protesta del último jueves fue impulsada por la clase media argentina, aquella que tiene trabajo, vive constantemente en apuros pero bien, y se lamenta de no poder ahorrar en dólares ni hacer viajes al exterior. Nada que ver con las manifestaciones populares del 2001. Y es que, claro está, esas manifestaciones aunaban tanto pobres como gente de clase media. Pero la reacia inclinación hacia la protesta de la clase media, en tanto no sea a través del voto, escaso en su número, por cierto, hizo que en los años que siguieron la protesta en las calles fuera casi exclusivamente un instrumento de las clases bajas, operadas desde los más recónditos rincones de la política doméstica, léase desde impulsos que partían desde la espina dorsal de los partidos políticos hasta sus bases, perdón, sus extensiones nerviosas más alejadas. En tanto más alejadas del centro, mejor la posibilidad de adjudicarles a esas protestas una total independencia ideológica y asumirlas como una genuina expresión ciudadana. Pero la expresión ciudadana legítima e independiente, recalco independiente porque la legitimidad le corresponde a todas las clases, parte solamente de una sociedad iluminada, en el sentido de ser pensante y dueña de sus actos por el hecho de haber completado una instrucción alfabética, de ciencias naturales, sociales y cívica, y haber aprehendido las armas para un razonamiento independiente. La confusión se genera al creer ingenuamente en la independencia de clases sociales interesadas más en su propio porvenir que en el futuro de la nación. Por un lado, no hace falta pensarlo demasiado, las clases pudientes y sus aliados, los representantes políticos mal llamados del pueblo, cuyo interés radica en engrosar sus arcas y mantener el control absoluto de la nación a través de una democracia asistida. Por el otro, y en el polo opuesto, el sustento legal de los males de la nación, las clases pseudo-alfabetizadas y educadas en el clientelismo político, amarradas a golpe de subsidios e inflación, totalmente dependientes del modelo de bases y punteros y absolutamente dóciles y manejables sea cual fuere su necesidad de protesta. En el medio, también endulzados con regalías de derechos humanos de hace treinta años, obligados a mirar hacia atrás con miedo desviando la atención en lo que más importa que es el futuro (sí, ¡el futuro! Porque en el futuro también está la resolución de los conflictos del pasado), obnubilados muchos con créditos malsanos de crecimiento dudoso, alienados por sus conciudadanos por hablar de trabajo y dignidad, cualidades que los polos nombrados no comparten, abre sus ojos la clase media. Así las cosas, el pobre llena su olla con las sobras de los ricos (inclúyase políticos) y acata todo lo que este dice, maldiciendo a la clase media. Y ésta, en su afán de protesta, olvida acercarse a quienes hoy por hoy conforman la base del poder gubernamental y que en muchos casos por las razones nombradas de su dependencia están en la una situación semejante a un régimen feudal. Mientras tanto, y aquí póngale usted los sujetos, se ríen de nosotros.

Freitag, 15. Mai 2009

Umbilical

Qué hermosa palabra me acabo de encontrar escrita en la computadora, en un documento de word.
Están esas conecciones que no son más que eso, conecciones. Como la de los cables de energía, o de los puertos usb de la computadora. Están esas conecciones que nos aportan beneficios profesionales, o referidas, en todo caso, al mundo de las relaciones interhumanas. Y viendo un poquito más allá, esas son las que me interesan. En especiales las relaciones que se convierten, por su cercanía, en umbilicales. Rescatar esas pequeñas cositas que van haciendo que una relación se vuelva tan fuerte, y a la vez tan sensible y frágil si apreciamos el todo, y a pesar de eso tan exitosa en la evolución, como es la relación umbilical. Esas palabras que se dicen junto al café, ese giro en la conversación que me lleva a contarte por qué creo que estoy desencontrado conmigo mismo. Esos mates lavados que te dije que no sirvas más, que vos achacaste a la conversación y a la pereza el no haberlo mejorado. O lo que me dijiste ayer, que no sabés adónde apunta tu corazón, porque apunta con razones diferentes en direcciones contrarias –que además sabemos que son válidas. También viene a mí la sensación que teníamos cuando, salidos del bar a las cinco de la matina, tocamos en un portero y esperamos a que nos contesten para decir que el bus no pasa, si nos podemos quedar por ahí a pernoctar –que esa fue la palabra que usé- y vos ya no aguantaste la risa y tuvimos que salir corriendo. Que nos abrazamos después en el banco de la plaza y nos fuimos de sentados a parar al suelo. ¡Qué risa! Y anteayer me miraste a los ojos y me dijiste que yo andaba medio raro. Que no sabes cómo, pero que se huele mi intranquilidad. Se huele, dijiste, y me mareé por la embriaguez que me provocó pensar que me podés oler. Nos estamos siempre persiguiendo y encontrándonos, me dijo una vez Marcelo, ya hace años; a lo que yo agrego que nos olfateamos, por eso nos seguimos el rastro. Y ahí, invisible, infinito, está. Ondeando al viento, impulsado con las olas. El cordón umbilical que nos unió un día, cuando hablamos banalidades, cuando brindamos en silencio, solo mirándonos y cada uno a su modo secreto. Nos salían las estelas áureas que hoy doy por llamar cordón. Ese lazo ínfimo, que es, al tiempo que una unión de pertenencia, alimento del bueno. Escuchar al lado mío las mieles de tus pasos me falta. Me queda nuestra unión, umbilical.

Carta a mi mismo:

Estoy cagando todos mis días. Se va cerniendo sobre mí la sombra de un atardecer desesperanzado. Se va cerniendo sobre mí la sombra de una fantasía inconclusa, llena de de esperanza fútil. Se va cerniendo sobre mí la sombra de un sueño inconcluso, colapsado de errores, agobiado de colores intensos. Se va cerniendo sobre mí la sombra de un atardecer sin grises desolados de cielos melancólicos, de esos que me gustan para salir a caminar en la ciudad. Me falta mi ciudad con sus días grises tan bonitos que invitan a salir a pasear por sus calles, y mojarse con fina garúa el vivo rostro. (Sí, el “vivo” rostro, ése que añoro). Sus cielos, rosados en la noche por sus luces intensas, y sus sombras que ocultan mis pasos en las calles casi desiertas. Los paseos a casa después de una borrachera, el cielo rosado pasándome factura de los actos de los hombres. Mis pasos inquietos en la noche. El sentimiento conocido de no saber adónde me lleva el próximo paso. La oscuridad nunca casual de volver sólo a casa. Me falta todo eso, y sin embargo vivo. Hoy me dí cuenta del nombre que me dejó en vela tantos días. Hoy fracasé como no lo hacía hace mucho tiempo. Hoy tengo ganas de arrastrarme en el abismo y confrontarme. Tengo ganas de salir. Tengo ganas de no seguir contando la historia de un fracaso que me sigue. Me persigue. Necesito mi ciudad y mis demonios. Aquí no hay sombras que seguir, sólo las vanas desviaciones de la conciencia. Dentro de siete meses voy a correr sus calles para recuperar mi última voz. Y después el silencio. Buscaré mi ángel desciudado y lo llevaré a la ciudad de los tiempos por venir. Y luego el silencio. Buscaré a mi desciudad en las gélidas esquinas sin fondo barroso, sin fondo luminoso, sin fondo sombrío. Y haré lo que nunca pensé. Me dejaré crecer la barba.

Donnerstag, 26. Februar 2009

camino

Se puede decir que un camino te lleva directo, si te deja el tiempo suficiente para ir pensando algunas cosas. Por ejemplo en las canciones esas que te molestan de tanto tenerlas en tu cabeza, pero que igualmente amás que estén ahí. Todo eso y los encuentros fortuitos, casi casuales, que nos prestan los días que transcurren. Encontrarte en la plaza, mirando las palomas chocarse unas a otras por una migaja de pan, me parece loco. Ya antes te dije que habíamos consumido las excusas, ahora me acompañás a ver las ofertas de fin de temporada. Si bien ese gorrito de lana patético que compraste te queda delicioso, las dos botellas de vino estaban demás. Bueno, la segunda me dejó tirando cabezazos, ya que vos insististe en que uno de los dos tenía que festejar. Había como una cosa rara, apretada, que no dejaba paladear el gusto del triunfo momentáneo que estábamos viviendo. Me sonaban las alarmas que decían que necesitabas algo más que el murmullo constante de las olas, haciendo fondo a la velada. Y entonces creí saber que te sobraban los resquicios, y así nos pusimos de acuerdo en taparlos todos. Y ahora que te veo, contemplando las palomas, y sé que te pasa los mismo, que te angustia la espera y a mi me da alas, y a vos miedo, y a mi miedo, y a vos alas, y a nosotros la esperanza de ver crecer eso que tenés entre las manos.
Me encanta hacernos un ovillo, y esperar, acompañados ahora, a que salgan las estrellas y que luego salga el sol, como en un instante prolongado que estamos viviendo. Se nos escapó a los dos, por las rendijas, ahí viene nuestro sol, por el camino.

Montag, 23. Februar 2009

Certeza (de enero)

Y seguimos la vida como siempre, finjiendo que no nos pasa nada. Las peores mentiras son aquellas que te hacen mal. En verdad, esta mentira no me hace tan mal. Al menos no lo siento en mi día a día. No me clava espinas cuando te veo, no me tiembla la voz cuando te hablo, no te ponés a temblar cuando te toco. No hacemos bromas vanas ni convencemos a los locos de cantar aleluyas. Naturalmente, nos preguntamos por el tiempo y las cosas cotidianas. Naturalmente, nos interesamos en mantener un cierto tratamiento cordial, más aún, es cierto. Naturalmente nos convencemos de mirar para otro lado. Cuando se te suelta la chaveta, me hago el distraído y me quedan resonando los ecos de mis paredes cayéndose a pedazos. Cuando suelto algún vocablo, cargado de ironía, se te apretujan las ideas saliendo de tu mirada. Los acertijos del entretiempo esconden otros acertijos, que se esfuerzan en aparecer, pero quedan descartados. Las expensas de este mes se pagan solas, sin que las pensemos. En el resumen de la tarjeta de crédito. En el crédito a plazo indefinido que nos estamos consumiendo día a día. En el dolor amomentáneo e intransparente que pulula en las esquinas de mis pasos. En las rendijas, ese claro defecto de fabricación, ese punto vulnerable de toda nuestra fortaleza. En las ganas que me dejan, cuando miro hacia otro lado, un minuto de contemplación y las despedidas que siempre estoy esperando. Las medias palabras que no encuentran eco, las despedidas, que ya ni siquiera son efímeras porque nos falta el valor. Te vas, entre la gente del semáforo y el eco de las esquinas en donde vamos acumulando lo que se nos sale por las rendijas. Como son las cosas, con un poquito de ayuda de nuestra parte y los ojos con las vendas flojas, para ver un poco. Quizás fue en la mañana de ayer. O del otro día. O algún día de estos que anda viniendo, que va a venir.