Donnerstag, 26. Februar 2009

camino

Se puede decir que un camino te lleva directo, si te deja el tiempo suficiente para ir pensando algunas cosas. Por ejemplo en las canciones esas que te molestan de tanto tenerlas en tu cabeza, pero que igualmente amás que estén ahí. Todo eso y los encuentros fortuitos, casi casuales, que nos prestan los días que transcurren. Encontrarte en la plaza, mirando las palomas chocarse unas a otras por una migaja de pan, me parece loco. Ya antes te dije que habíamos consumido las excusas, ahora me acompañás a ver las ofertas de fin de temporada. Si bien ese gorrito de lana patético que compraste te queda delicioso, las dos botellas de vino estaban demás. Bueno, la segunda me dejó tirando cabezazos, ya que vos insististe en que uno de los dos tenía que festejar. Había como una cosa rara, apretada, que no dejaba paladear el gusto del triunfo momentáneo que estábamos viviendo. Me sonaban las alarmas que decían que necesitabas algo más que el murmullo constante de las olas, haciendo fondo a la velada. Y entonces creí saber que te sobraban los resquicios, y así nos pusimos de acuerdo en taparlos todos. Y ahora que te veo, contemplando las palomas, y sé que te pasa los mismo, que te angustia la espera y a mi me da alas, y a vos miedo, y a mi miedo, y a vos alas, y a nosotros la esperanza de ver crecer eso que tenés entre las manos.
Me encanta hacernos un ovillo, y esperar, acompañados ahora, a que salgan las estrellas y que luego salga el sol, como en un instante prolongado que estamos viviendo. Se nos escapó a los dos, por las rendijas, ahí viene nuestro sol, por el camino.

Montag, 23. Februar 2009

Certeza (de enero)

Y seguimos la vida como siempre, finjiendo que no nos pasa nada. Las peores mentiras son aquellas que te hacen mal. En verdad, esta mentira no me hace tan mal. Al menos no lo siento en mi día a día. No me clava espinas cuando te veo, no me tiembla la voz cuando te hablo, no te ponés a temblar cuando te toco. No hacemos bromas vanas ni convencemos a los locos de cantar aleluyas. Naturalmente, nos preguntamos por el tiempo y las cosas cotidianas. Naturalmente, nos interesamos en mantener un cierto tratamiento cordial, más aún, es cierto. Naturalmente nos convencemos de mirar para otro lado. Cuando se te suelta la chaveta, me hago el distraído y me quedan resonando los ecos de mis paredes cayéndose a pedazos. Cuando suelto algún vocablo, cargado de ironía, se te apretujan las ideas saliendo de tu mirada. Los acertijos del entretiempo esconden otros acertijos, que se esfuerzan en aparecer, pero quedan descartados. Las expensas de este mes se pagan solas, sin que las pensemos. En el resumen de la tarjeta de crédito. En el crédito a plazo indefinido que nos estamos consumiendo día a día. En el dolor amomentáneo e intransparente que pulula en las esquinas de mis pasos. En las rendijas, ese claro defecto de fabricación, ese punto vulnerable de toda nuestra fortaleza. En las ganas que me dejan, cuando miro hacia otro lado, un minuto de contemplación y las despedidas que siempre estoy esperando. Las medias palabras que no encuentran eco, las despedidas, que ya ni siquiera son efímeras porque nos falta el valor. Te vas, entre la gente del semáforo y el eco de las esquinas en donde vamos acumulando lo que se nos sale por las rendijas. Como son las cosas, con un poquito de ayuda de nuestra parte y los ojos con las vendas flojas, para ver un poco. Quizás fue en la mañana de ayer. O del otro día. O algún día de estos que anda viniendo, que va a venir.

Dirección (de enero todavía)

No hay hola mayor que el tsunami que me provoca tu presencia. Imaginarse toda esa ola viniendo, como una muralla de cientos de metros avanzando hacia mí, arrasando todo a su paso con su presencia imponente. Rugiendo como no pueden hacerlo mil leones juntos. Desplegando unas alas que sólo mil cóndores unidos querrían igualar. Emanando el perfume de mil azahares al rocío de una tibia noche de primavera. Destruyendo, como sólo la humanidad lo ha logrado en el último siglo. Matando, y matando bien muertos a los árboles de mi pobre patio. Las naranjas me miran desoladas y los limones me prometen no más noticias agrias. Y vos te cagás de risa, te reís como una loca poseída y me descuartizás los sueños con tus noticias de papel mojado. Sin embargo, tu actitud repelente no alcanza para quebrar mi voluntad; te miro de reojo y te dejo seguir, esquivando tu potencia con un movimiento tonto de cintura. (Tu golpe me tendió de espaldas en un campo de espinas y piedras, pero yo no acuso golpe alguno.) Te sigo la corriente y me convierto en tu aliado. (Finjo una mueca de dolor deshauciado en una sonrisa.) Nos recomponemos en un paseo por las avenidas del centro, cuando yo ya pensaba en otra cosa. Fingimos (fingís), que nos conocemos los pensamientos y los entendemos. Se te suelta la chaveta y por las rendijas de tus palabras me volvés a tirar redes. Me das, en un impulso, la efímera caricia de un beso (se te escapó por una rendija). Y nos vamos llendo lejos, alejándonos del centro en direcciones opuestas.