Hay olas que se acercan, te mojan los pies, y se van. Hay olas que te llevan a otro continente, si te subes a su cima. Hay olas que confrontan tu mar de tal manera que no podés más que aceptar que existen otras aguas. Aguas cristalinas, que de las turbias ya conociste muchas.
Y hay un agua cristalina; que se me derrite en la boca, cristalina; que me está volviendo loco de pensar en mojarme los pies. Cuando viene serena y vé a mi mar, se acuesta a los pies de cualquier bañista. Cuando viene hermosa, violenta, me arrastra impasible con su mirada. No hace falta decir que yo me muerdo los labios con los dientes, o al revés. Me contemplan las inabarcables aguas de sus ojos, a tono con el tiempo sus colores. Me río como un loco. Me encandilan, sus aguas cristalinas. Y cuando los párpados de las olas de sus ojos se cierran abrazando la arena, le dedico mis más solenmes besos a su boca. Le dedico, también y sin pensarlo, mi profunda tristeza. Aquella que me priva de sus aguas cristalinas.
Le regalo sonrisas. Le compro ilusiones a sus sueños, los que no me incluyen. La contemplo y escucho romper. Escucho tu ola, tu murmullo. Me duermo en tu arena esperando verte llegar y despertarme, pero casi siempre ya te vas y entras en bajamar. Y me toca esperar tu pleamar.
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